María y la Dimensión de fe de la Eucaristía
Decimos que la Eucaristía es “Misterio de la fe”.
Nadie mejor que María, mujer de fe, nos puede introducir en este gran misterio de fe que es la Eucaristía.
Vayamos a Caná. Así como dijo “haced lo que Él os diga”, así también en la Eucaristía nos dice: “No duden, fíense de la Palabra de mi Hijo”. Él, que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino Su Cuerpo y Su Sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de Su Pascua, para hacerse así “Pan de Vida”.
Decimos que la Eucaristía es “Misterio de la fe”.
Nadie mejor que María, mujer de fe, nos puede introducir en este gran misterio de fe que es la Eucaristía.
Vayamos a Caná. Así como dijo “haced lo que Él os diga”, así también en la Eucaristía nos dice: “No duden, fíense de la Palabra de mi Hijo”. Él, que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino Su Cuerpo y Su Sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de Su Pascua, para hacerse así “Pan de Vida”.
Así pues el “Haced esto en conmemoración mía” de ese primer Jueves Santo es como un eco del “Haced lo que Él les diga” de María en Caná. Toda la fuerza de la fe de María hizo que Cristo realizara ese gran milagro en Caná. Y es también la fuerza de nuestra fe, junto con la fuerza de la fe de María, la que nos hace caer de rodillas ante la Eucaristía y decir: “Creo, señor”.
Hay más. Retrocedamos al momento de la Encarnación, cuando María recibió al ángel, embajador de Dios. María tuvo que practicar su fe eucarística, antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la Encarnación del Verbo de Dios. ¡Encarnación y Eucaristía! ¡Qué unión tan profunda!
María concibió al Hijo de Dios, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y vino, el Cuerpo y la Sangre del Señor.
María concibió al Hijo de Dios, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y vino, el Cuerpo y la Sangre del Señor.
"DAME TU CORAZÓN OH MADRE PARA PODER AMAR Y ADORAR A TU HIJO COMO TÚ LO AMAS."
COMO HEMOS PODIDO VER ESTOS GRANDES CORAZONES SON INSEPARABLES.
SIEMPRE Y POR SIEMPRE ESTÁN JUNTOS Y UNIDOS, POR ELLOS AL ACERCARNOS A JESÚS, NOS ACERCAMOS TAMBIÉN A SU MADRE Y AL ACERCARNOS A SU MADRE, LA VIRGEN MARÍA, NOS ACERCAMOS AL CORAZÓN DE JESÚS.
"Jesús y María les amo salvad almas" ORACIÓN |
SÚPLICAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Dame tus ojos, Madre, para saber mirar; si miro con tus ojos jamás podré pecar.
Dame tus labios, Madre para poder rezar, si rezo con tus labios Jesús me escuchara.
Dame tu lengua, Madre, para ir a comulgar, es tu lengua, paterna de gracia y santidad.
Dame tus labios, Madre, que quiero trabajar, entonces mi trabajo valdrá una eternidad.
Dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad, cubriendo con tu manto al cielo he de llegar.
Dame tu cielo, Oh Madre, para poder gozar, ¿si tu me das Cielo, que mas puedo anhelar?.
Dame Jesús, Oh Madre, para poder amar, esta será mi dicha por una eternidad.
AMEN.
DESPUÉS DE REZAR ESTÁ ORACIÓN CÁNTALE A JESÚS CON TODO TU CORAZÓN, PULSA EN ESTE VÍDEO
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